Reconozco que no soy imparcial. Este es uno de los últimos libros de Ángel Palomino, que acaba de ser desahuciado por la editorial mandándolo al circuito de libros de ocasión. Por muy poco dinero pueden hacerse con uno y colocarlo en su maleta lectora de verano. Y no se lo merece.
Merece una reedición en condiciones, un homenaje a Ángel. Y no, no soy imparcial, pues tuve la fortuna de tratar, muy brevemente, a Ángel Palomino. Muy brevemente, porque la muerte segó de plano cualquier posibilidad de continuarla. Leí este libro en su momento cautivado no solo por su obra conocida, sino por lo deslumbrante del propio autor, todo un caballero y, en el mejor sentido de la palabra, un hombre bueno.
Con Han volado el toro del coñac, el autor establece una ficción cada vez más cercana a la realidad. Uno teme que suceda con este libro lo que sucedió con Las autonosuyas, de su (de nuestro) buen amigo Fernando Vizcaíno Casas: que en su momento era muy gracioso, pero que fue superado por la realidad: las astracanadas que en su día describió, hoy se han cumplido y dejan bajo de aire el texto. Y algo de eso parece que está pasando y va a pasar con este texto: que el autor más que escribir una obra de humor parece que tenía una bola para ver el futuro.
Léanlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario