Generalmente los libros del desaparecido (q.e.p.d.) Luis Carandell son entretenidos y una fuente de sano entretenimiento.
Este volumen, Mis picas en Flandes, son una rara excepción. Al tratarse de un libro de memorias, y ser esta por definición algo tremendamente subjetivo (de ahí, por ejemplo, nuestras críticas a la tan manida "memoria histórica"), el bueno de Luis cae en sus propias trampas y pinta su devenir histórico tal y como el cree que fue, tal y como su memoria lo fue deformando.
La revisión a la España que vivió, en particular al periodismo, concuerda al 100% con el cuento giliprogresista y maniqueo que convierte en buenos y malos, sin posible excepción, a todo bicho viviente que se cruzara pro su camino. Con gradaciones, si. Parece ser que cuanto más rojo sea uno, más bueno es, o viceversa.
Vamos, que si su deseo es leer una historia de ficción, adelante. Aunque particularmente recomendemos antes la consulta revisitada de los cuentos de Perrault, que para el caso están mejor escritos y son más entretenidos.
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