Dentro de cualquier colectivo, siempre aparece alguien que se empeña en bajar la media. En éste caso, el autor, Lluis Mallart, pertenece a dos colectivos: el de los antropólogos y el de los sacerdotes. Ambos respetables, por distintas razones y contra quienes nada va, conste en acta.
Pero encontrarse con un antropólogo que desprecia las normas más básicas de su profesión, y manipula a sus estudiados, o, peor aún, como sacerdote parece orinarse en sus hábitos oficiando bodas polígamas, no solo es de nota, sino merecedor de la excomunión.
Y es que en éste Soy hijo de los evuzok nos encontramos con el padre Luis, que nunca deja claro cuando se produce la transmutación en Lluis, hablándonos de "su mujer" y de su vida, que más parece una kermesse en el África negra, en plan vacacional, que un estudio antropológico y no digamos ya teológico.
Así pues: déjelo correr si cae en sus manos. No malgaste su vida.
SOBRE INVITACIONES.
Hace 1 día
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