miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Cuarenta segundos es demasiado!

Tomamos de su bitácora y con la anuencia del autor, Martín Sáenz de Ynestrillas, sus reflexiones acerca de los mártires.


"Me gusta esa Iglesia que se compromete en lo más denso de la historia humana, que no teme comprometerse mezclándose en las historias de los hombres, en sus conflictos políticos, en sus corrientes culturales. Me gusta esa Iglesia porque ama a los hombres y les va a buscar allí donde están. Y me gusta más esa Iglesia que recibe heridas de la historia, porque está mezclada con la historia, esa Iglesia de los pobres cuyas debilidades denuncian los fariseos de manos puras que nunca han salvado a nadie". Jean Daniélou

Texto extraído de "La corona de Rosas" de Tomás Salas, introductorio al poema "A los mártires españoles", de Paul Claudel

Én estos días en que la iglesia española en Cataluña celebra la beatificación de nuestros mártires, mientras la autoridad eclesiástica de la zona reniega de su causa, marcando distancias con los motivos de la persecución religiosa, desligándola por completo de los acontecimientos que dieron origen a la Cruzada, ha caído en mis manos un brevísimo libro que sana mi indignación.

No me entiendan mal, mis queridos lectores, el libro, en su trabajo introductorio, pretende ser políticamente correcto y abundar en tésis parecidas al episcopadao catalán. Trata de explicar que en realidad, las razones por las que muchos autores europeos y franceses en particular - y el autor entre otros - otorgaron su apoyo a la causa nacional no era ideológica, sino "por descarte", ante las barbaridades cometidas por los rojos y al no haber una alternativa "menos mala".

A esto ya estoy acostumbrado, a esta segunda muerte de las víctimas de cualquier barbarie, que no sólo son asesinadas físicamente, sino que pretenden ser asesinadas en su dignidad, por segunda vez, privándolas precisamente de lo que las hace aún más grandes si cabe, ya estamos acostumbrados los españoles en general y las víctimas en particular. Ocurre - ocurrió sobre todo en el pasado - con las víctimas del terrorismo etarra. Ocurre con los soldados caídos en acción de guerra y condecorados con el nuevo distintivo amarillo que le priva de su verdadera dignidad de combatientes - creado por este pedazo de animal que nos gobierna para seguir a lo suyo, que es negar la evidencia de la guerra y mentirnos a todos cada vez que abre la boca - y, como no podía ser de otro modo, lo hacen los obispos de la diócesis de Barcelona, desvinculando el martirio de la persecucion roja en Cataluña, la destrucción de iglesias y conventos, la violación de religiosas, el asesinato de tantos de ellos y la profanación de sus tumbas.

¿Pero que creen estos cobardes que les hace mártires sino, precisamente el mantenimiento de su fe, la muerte a causa de su fe, a manos de las hordas frentepopulistas?

Por eso, es reconfortante, a pesar de los esfuerzos introductorios de Tomás Salas, encontrar afirmaciones como la que encabeza este artículo, o versos de una claridad meridiana, como los de Paul Claudel, escritos en 1937, y que no dejan ninguna duda, a mi entender, ni de la voluntad de su autor, ni de la naturaleza de la persecución, ni mucho menos de su elección ideológica.

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Robespierre, Lenin, Calvino, algunos más... todos juntos no han agotado las reservas de la rabia y el odio.
Voltaire, Renan y Marx, incluso ellos no han llegado a tocar el fondo de la estupidez humana.
Pero este millón de mártires que nos precedieron, todos estos inocentes llenos de gloria antes que nosotros, ellos tambíén se sacrificaron y lo entregaron todo
Somos nosotros quienes ahora, de pronto, estamos en su lugar.
- He aquí que ha llegado al fin la hora del Príncipe de este mundo.
La hora de la interrogacion final, la hora de Iscariote y de Caín.
Santa España en el extermo de Europa, encrucijada y condensación de fe, materia inquebrantable y refugio de la Virgen Madre.
Última etapa de Santiago que no se detiene sino donde la tierra acaba.
Patria de Domingo y de Juan y de Francisco el Conquistador y de Teresa,
Arsenal de Salamanca y Pilar de Zaragoza y raíz abrasada de Manresa,
Inquebrantable España, que ninguna componenda has aceptado jamás
Duro golpe contra la herejía, punto por punto rechazada y refutada.
Exploradora de un doble firmamento, razonadora de la oración y la ascésis,
Profeta de aquella otra tierra, bajo el sol lejano y colonizadora de otro mundo,
En esta hora de tu crucifixión, Santa España, en este día, hermana España, que es el tuyo,
Con los ojos llenos de entusiasmo y de lágrimas, yo te envío mi admiración y mi amor.
Cuando todos los cobardes traicionaban, tú, una vez más, no aceptabas la traición.
Igual que en los tiempos de Pelayo y del Cid, con la fe impulsas la espada.
Ha llegado el momento de escoger y de liberar el alma.
Ha llegado el momento de mirar cara a cara la propuesta infame.
Ha llegado el momento al fin de mostrar el color de nuestra sangre.
Muchos creen que llegarán al cielo or su propio pie por un camino fácil y agradable.
Pero, de golpe, he aquí la cuestión planteada, he aquí la consumación y el martirio.
Se nos pone el cielo y el infierno en la mano y tenemos sólo cuarenta segundos para elegir.
¡Cuarenta segundos es demasiado! Hermana España, santa España, tú ya has elegido.
Once obispos, dieciséis mil sacerdotes masacrados y ni una sola apostasía." (...)

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- Y a vosotras también, piedras, salve desde los más porfundo de mi alma, santas iglesias exterminadas.
Estatuas que se han roto a golpe de martillo, y todas esas pinturas venerables, y ese copón, antes de ser pisoteado,
Donde la C.N.T., gruñendo de placer, deja la huella de su babosa jeta.
¿Para qué estas bobadas? El pueblo no las necesita.
Esto que el bruto inmundo detesta tanto como a Dios, es la belleza." (...)

El libro se llama "A los Mártires Españoles" de Ediciones Encuentro, y está publicado en versión bilingüe. Pulsar en el título del artículo para más información

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