
Y Rafael Abella es ese experto. Con Anécdotas para después de una guerra no construye un libro cómico, sino un puzzle, tomando noticias de acá y de acullá, sobre aquellos días en que España estaba destruida y su reconstrucción, tarea de todos, resultaba muy larga y dolorosa.
Se puede indicar que hay ciertas anécdotas elegidas con gusto políticamente correcto, con afán maniqueista de señalar a malos y buenos, y en algún caso esas indicaciones no serán exageradas. Pero en conjunto resulta un texto entretenido, que se deja leer y que además se hace en un periodo de tiempo muy breve.
Óptimo para momentos de ocio, o cuando no hay otra cosa a mano. No defrauda, aunque tenga muy poca chicha digerible. Un texto para la hamaca, más que para la mesa de despacho o estudio concienzudo.
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