Creo que pocos lectores no conocerán la película "La pasión de Cristo", de Mel Gibson. Cuando le preguntaron cómo se le ocurrió la idea de la película, respondió que un día, meditando en el despacho sobre su nuevo proyecto, un libro cayó del último anaquel de su librería, de manera que quedó abierto, delante de él, en su mesa de trabajo. Se trataba de La amarga pasión de Cristo, de la monja agustina Ana Catalina Emmerich.
Esta religiosa, enferma y estigmatizada, permaneció inmóvil en su casa desde 1813 hasta su muerte, donde tuvo múltiples visiones. Estas, que fueron recogidas, incluían esta obra, clásica desde su aparición en 1833.
En ella se nos narran los hechos sucedidos desde la Última Cena hasta su resurrección con el detalle propio de un testigo ocular, como si ahí hubiera estado para contemplarlo todo.
Más que un drama, parece casi un reportaje de uno de los momentos más trascendentales de la cristiandad, del mundo.
Juan Pablo II declaró Venerable a la autora.
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