lunes, 2 de julio de 2007

Rescatado del anaquel: Radiografía de un fraude.



En la historiografía del Frente de juventudes se han sucedido infinidad de títulos. Destacan por la proximidad en el tiempo el magnífico trabajo, hecho desde el cariño, de Manuel Parra Celaya Juventudes de vida española, el supuestamente aséptico Yunque azul, que no puede disimular la inquina ni desde el propio subtítulo razones de un fracaso, y que tenia como gancho para fomentar su venta un CD con las canciones del Frente de Juventudes (lo que nos impide saber que número real de obras se vendieron por este motivo, y cuantas por la bondad del estudio, por otra parte centrada en exceso en el municipio de Godella, de Valencia, y por tanto con un interés general ciertamente dudoso), y el imprescindible Auge y ocaso de El Frente de Juventudes, de Antonio Alcoba, publicado por Editorial San Martin dentro de la línea de calidad a la que la editorial nos tiene acostumbrados.

Sin embargo, se suele escamotear un texto cuasi germinal, nacido desde dentro del Frente de Juventudes, pero distanciado por distintas razones que no entramos a valorar en este breve. Se trata del ya clásico Radiografía de un fraude, de José Luis Alcocer, que publicó Planeta en 1978.

Hablar de este libro desde un punto de partida joseantoniano, que es el del que suscribe, a que negarlo, es hablar con dolor. Dolor percibido desde el propio Alcocer que dice dolerse de si mismo, y dolor al leer determinadas cosas que, por ásperas y crudas, no puede dejar de reconocerse la verdad que transparentan. Algunas de ellas, como la visita de Don Juan a Covaleda, he tenido la fortuna de conocerlas y contrastarlas por testimonios de primera mano, de, y perdonen aquellos a los que el palabro les suponga un golpe en los ojos, camaradas que allí estuvieron. Otras, al ser leídas y dolidas en soledad, como el declive del SEU, se clavan como astillas en cualquier corazón azul mahón.

Obviamente, hay puntos del libro que a falangistas con una imagen prístina y virginal de todo lo azul, bastarían para condenarlo a la hoguera. No diré que es un dogma de Fe, que todo es cierto e incontestable. Pero tampoco puedo decir que es una mentira con vistas al desprestigio, por parte de un autor que empezó publicando en SP y acabó en El País. No puedo porque a mi vez, estaría mintiendo.

Es pues un libro a rescatar de los anaqueles para leerlo como autocrítica. Para evitar que, si en el futuro el Altísimo nos diera una nueva oportunidad, no caigamos en los mismos errores que, por cierto, fueron muchos y gravísimos.

Que a ustedes les duela bien.

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