sábado, 13 de abril de 2013

Firma invitada. Carlos Caballero habla de "Me hallará la muerte", de Juan Manuel de Prada

Recuperamos el blog tras tanto silencio, de la mejor manera posible. Con una aportación de lujo, del mayor experto sobre la División Azul, Carlos Caballero, sobre la novela de actualidad editorial "Me hallará la muerte", ambientada en parte en dicha unidad.

Dando las más efusivas gracias al autor por el aporte, damos paso a sus líneas:

El escritor y periodista Juan Manuel de Prada tiene un cierto prestigio literario y es conocido por sus ideas que podríamos calificar como “conservadoras”, con un marcado tinte de defensa del catolicismo. Alguna vez ha escrito alguna columna donde hablaba muy bien de la División Azul (refiriéndose al libro de “Embajador en el Infierno”, que le impactó mucho) y en el programa de TV que dispone en “Intereconomía”, donde se proyecta una película seguida de un debate, organizó uno de ellos en torno a la División Azul, que estuvo más que bien. Con estos precedentes, cuando supimos que acababa de publicar una novela ambientada en la División Azul concebimos bastantes esperanzas sobre ella. 

He de confesar que ha sido una completa decepción. La historia se desarrolla en la División Azul, pero… El personaje central es un maleante de poca monta (Antonio) que a medias con una chica muy necesitada (Carmen) monta una serie de robos a ricachones de visita en Madrid. En uno de ellos, dan muerte a uno de ellos y Antonio, para eludir a la justicia, opta por alistarse en la División Azul, influido por un joven alférez (Francisco Cifuentes) que ha regresado de ella por causa de sus heridas y que ha confundido a Antonio con un amigo, también alférez, que de hecho aún sigue en Rusia (Gabriel Mendoza), con el que guarda un excepcional parecido físico. 
La novela empieza a desbarrar totalmente cuando presenta a los alistados para Rusia que formaban los batallones de Marcha que salieron en 1942 como una banda de impresentables impulsados por motivos diversos, pero que nada tienen que ver con el falangismo o el anticomunismo, sino para huir de la justicia, del hambre, etc., o forzados a alistarse en sus cuarteles. Se trata de un lugar común, de un tópico, pero es totalmente falso. Quienes hemos tenido el privilegio de conocer a muchos divisionarios, por la misma razón conocemos a muchos voluntarios del año 1942 y 1943, y muchos de ellos son perfecto paradigma de voluntario de la División Azul: jóvenes idealistas. 
El autor, que se guía hasta extremos ridículos por los tópicos, pinta –por poner un ejemplo entre otros muchos- un cuadro negro del Campamento de Hof. Se recrea contando que en el Hospital de ese campamento están muriendo montones de hombres… cuando la realidad es que en el Hospital de Hof solo murió un voluntario español. 

No menos grotesco es decir que a los recién llegados les daban las botas y los uniformes de los repatriados o de los muertos… Esta falta de información sobre la realidad histórica le lleva a extremos cómicos, como cuando ya en Rusia al alférez Gabriel Mendoza, a quien identifica en su rango por la “estrella de seis puntas que luce en la bocamanga de su capote”: el autor ni siquiera sabe que se usaban las divisas alemanas y estas no incluían esas divisas en la bocamanga. Al conocerlo, hace amistad con él y el citado Mendoza le comenta que antes había sido un niño de papa que derrochaba el dinero que ganaba su padre hasta que descubrió que era un delincuente (un estraperlista) y que como consecuencia de sus turbios negocios habían muerto varios niños al usar medicinas adulteradas. Asqueado, había abandonado su vida de señorito, se había hecho falangista y se había alistado en la División Azul. 

El alférez Mendoza y el protagonista caen prisioneros en Krasny Bor. Mendoza se porta como un héroe en el cautiverio y Antonio, más o menos a su sombra, también. Pero no obstante llega a tener relación carnal con una comunista francesa (Nina) que los soviéticos han enviado a donde están los españoles para adoctrinarlos. Cuando Mendoza es asesinado por sus guardianes soviéticos y los comunistas españoles que trabajan para ellos, uno de estos –Camacho- le ofrece que suplante la personalidad de Mendoza y se introduzca entre los oficiales españoles para vigilarlos e informar a los soviéticos, a lo que accede. Solo uno de sus compañeros de cautiverio –Vidal- conoce el hecho. 

De regreso a España en el Semiramis se le recibe como si del alférez Mendoza se tratara. Su padre acaba de morir. Pero su exnovia, la amante de su padre, el mismo alférez Cifuentes, dan por hecho que se trata de Mendoza. Su padre le ha dejado una gran fortuna, porque ya se ha convertido en traficante de drogas a gran escala, pero él se dedica a buscar a la joven de la que había sido compinche antes de irse a Rusia. La narración se llena de momentos escabrosos (casas de putas, etc.). Por otra parte, Antonio asesina al único repatriado de Rusia que sabe su identidad (Vidal, que por cierto es presentado como un autentico indeseable, muy en su idea de que en los batallones de marcha solo partía con destino a Rusia gente así). Pero inesperadamente aparecen Camacho y Nina, que tras la muerte de Stalin han abandonado la URSS, se han establecido en Francia y se han enterado de que el falso Mendoza es rico y pretenden chantajearlo. Al final resulta que Nina, que sigue enamorada de Antonio, asesina a Camacho, pero Antonio no duda a su vez en asesinar a Nina. Y la razón es que finalmente ha vuelto a encontrar a aquella Carmen que conoció antes de irse a Rusia como consecuencia del crimen que cometieron conjuntamente. Proyecta casarse con ella, e irse de España con el dinero acumulado criminalmente por el padre del difunto Mendoza, pero el novio que para entonces tenía la citada Carmen, le asesina a él. 

Esta es la poco edificante historia que se narra en la novela. Pero no se trata solo de que sea un ejemplo más de la absurda pasión de los literatos y cineastas españoles por centrarse en tipos y ambientes de marginales sociales. Es que el retrato que hace de la División Azul y de su historia está muy alejado de la realidad. Si, habla del heroísmo de sus miembros. En especial de la gallardía con la que portaron en el cautiverio. Es cierto que el único personaje que al final parece noble en la novela es el alférez Francisco Cifuentes, que se nos presenta como un falangista incorruptible, muy enfrentado incluso al régimen de Franco a causa del abandono de este de las consignas falangistas. Pero la ambientación histórica es penosa. La España de 1941 es pintada con los tintes más negros. Que había necesidad, incluso miseria, a nadie se le escapa. Pero que fue una época llena de ideales, de jóvenes deseosos de crear una nueva España, nobles y esforzados, eso no se refleja. 

Los errores son a veces tan de bulto que cuesta trabajo entender como un autor asi puede haberlos cometido. Un ejemplo entre otros: Franco "defenestra" a Serrano Suñer para congraciarse con los aliados... La verdad, la sabemos bien, es que tras el incidente de begoña y ante la actitud levantisca de Varela opta por hacerlo dimitir, y Carrero le dice que asi en esa crisis parecera que gana Falange, por lo que Franco hace dimitir tambien a Serrano. nada que ver con ideas de congracirse con los Aliados. 
Y es que la idea de que el régimen de Franco abandonó a su suerte a la División Azul y a los divisionarios es otra constante, y es no menos falsa. Como la idea de que los alemanes trataban a los españoles como carne de cañón, etc., etc. 
Y eso por no recordar su absurdo empeño en retratar a lo que llamamos “la segunda División” como una banda de marginales. 
En definitiva, una lectura desagradable. Que no podemos recomendar a nadie. Los valores “literarios” que pueda tener la obra se me escapan, y como el Foro no es una revista literaria, no nos incumben. 

Por mi parte, el regusto que manifiesta el autor en recrearse en escenas escabrosas, en ambientes de marginales y delincuentes, en un mundo de putas, queridas, traficantes, etc., está muy lejos de lo que me interesa. 
Pero si alguien ambienta una novela en la División Azul, tiene el DEBER de informarse a fondo sobre ella. El retrato que hace, por seguir con el ejemplo, de los miembros de los Batallones de Marcha muchos de ellos lo considerarían y con toda razón injurioso. 
Me la he leido porque una vez piqué y la compré, me sabía mal no hacerlo. 
nada que ver con la luminosa obra de nuestro amigo BLANCO CORREDOIRA ni tampoco con la de Pio MOA, dos novelas que si me atrevo a recomendar. Esta, salvo méritos que a mi se me han escapado y que si alguien los encuentra le agradeceré mucho que nos los trasmita, me parece POR COMPLETO PRESCINDIBLE



 o O o


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