lunes, 16 de julio de 2007

Hemos leido. "Ynestrillas. Crónica de un hombre libre, de Ricardo Sáenz de Ynestrillas"



Soy consciente de que hablar bien de este libro me generará enemigos. Algo que parecería obvio si pensamos en el mundo batasuno (lo cual no me importa, ya los tengo y donde comen dos, comen tres) o en el orbe de lo políticamente correcto que se extasia proclamando "lo buenos que somos", pero que chirría cuando se trata de gente que dice defender lo mismo que Ricardo Sáenz de Ynestrillas y que a la mínima de cambio lo cataloga con los mismos adjetivos que el sistema emplea contra él, sin pensar que quizá el siguiente objetivo del sistema sea él mismo.

Quizá haga falta un inciso que explique, antes, el porqué no olvido este libro, el porque no trato al autor como a un apestado y, simplemente, lo olvido. Y es que puede uno estar de acuerdo con el autor, o no estarlo; particularmente, en algunas cosas lo estoy, y en otras no. Pero aun cuando mi discrepancia fuera máxima, aun cuando no creyera en absoluto en sus ideas y métodos, por la persecución a que fue (es) sometido, merecería de todo mi apoyo. Y aunque hubiera sido tratado entre algodones, el simple dato de que a su padre lo mataron los sicarios etarras, ya me hubiera bastado para darle todas mis simpatías.

Bien, sentado el punto de partida y dejando claro que, oh, calamidad, voy a hablar bien de un libro proscrito escrito por un maldito, retomo de mis anaqueles el volumen en cuestión, Ynestrillas. Crónica de un hombre libre, y lo repaso para hablar de él.

Es un libro valiente y, hasta donde yo se, por referencias directas e indirectas que me han llegado, nada embustero. Nos habla de su juventud radical, muy alejada de ese fenómeno con el que las televisiones lo mezclan de las cabezas rapadas. La diferencia fundamental con ellos es que la cabeza de Ricardo no solo no está rapada, si no que está muy bien amueblada.

Es la historia de un hombre, solo eso, todo eso, que se vio obligado a dar un paso al frente y que pagó por ello. Que vivió el mayor robo, el de la vida de su padre, que sufrió cárcel en lo que el cataloga como complot y yo, sinceramente, lo creo.

Pero es más cosas. Es un libro que emociona, que llena de ganas de calle a viejos y jóvenes. Que hace que los que nunca militamos a su lado lo sintamos, sin embargo, como si así hubiera sido. Un libro al que el aliento le huele a España, y eso por si solo ya hubiera bastado para empujar a una recomendación de lectura.

No caigamos en la trampa del sistema. Puede gustarnos más o menos lo que dice o como lo dice, pero la música es la de la misma canción que tarareamos.

El fin de esta crónica, duele. Duele porque soy consciente de que he invertido más espacio intentando limpiar un nombre que nadie hubiera debido jamás ensuciar, que del propio libro.

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