Cabría la duda sobre si presentar a José Antonio Primo de Rivera. Su nombre fue omnipresente en España durante muchas décadas, su fotografía presidía aulas y los actos de afirmación falangista poblaban los calendarios. Y sin embargo hoy, para muchos no es más que mera sombra. Incluso entre los que saben quien es, entre los que creen saber quien es, no hay más que iniciar una pequeña pesquisa para percatarse de que su imagen está tremendamente distorsionada, a izquierda o derecha. Tan pronto resulta presentado como un asesino de niños, sanguinario fascista peligroso que debe estar desterrado de nuestra historia, como un ángel benéfico que, por si mismo, supone la salvación de la Patria, eso si, convenientemente depurado y censurado.
Con estos antecedentes, la respuesta es "si": hay que presentarle de nuevo en sociedad. Hay que desempolvar su nombre de los anaqueles de historia y revisitarlo. Revisitarlo con los ojos del historiador que quiere saber la verdad, o con los del ciudadano preocupado por su futuro. José Antonio vivió y escribió en clave eterna, de tal manera que en cualquier caso, una visita a su obra resulta imprescindible para todo español (o hispano, o ciudadano del mundo) que no quiera ser abducido por la espiral mediática del silencio y tener una visión distinta a la políticamente correcta.
Durante años, sus escritos fueron recogidos en forma de Obras Completas, recopiladas amorosamente por la Sección Femenina y con la mano tutora de su compilador oficial, Agustín del Rio Cisneros. En el año 1976 se presentó la última versión, la más completa hasta el momento, preparada para el Instituto de Estudios Políticos. Una versión que llegaba en un momento ya molesto para los demócratas de toda la vida que estaban en pleno proceso de muda de camisa y que fue, salvo unos pocos ejemplares que un bedel salvó, convenientemente destruida (si, si, destruida, al modo en que las películas nos muestran en Berlín, o que sin salir de nuestras fronteras se lee en el Quijote). Salvo una versión informática que en los primeros noventa sacó Falange Española independiente, el silencio absoluto se hizo sobre José Antonio. Los interesados en su obra debian pagar a precio de oro ediciones en librerias de viejo, convenientemente rebozadas en polvo y ácaros.
Pero llegó la luz.
Y llegó en forma de brillante, nacida del incombustible editor Miguel Ángel Vazquez (Barbarroja), durante una presentación hace ya algun año de un libro de Enrique de Aguinaga, y recogida por el estupendo historiador Rafael Ibañez y la Plataforma 2003, con su presidente Jaime Suárez a la cabeza.
La máquina se puso en marcha y hoy disfrutamos de sus frutos. Aparece en un momenco preciso, en un punto del devenir diario en que el caos vuelve a asomar y la patria de nuevo parece reclamar ideas que sirvan de soporte a tantos años de historia que se resisten a naufragar.
Aparece ahora, pues, algo más que esperado, necesario. Las Obras Completas de uno de los mejores pensadores del siglo XX (sin obviar que en su caso pensamiento y acción iban parejos), preparadas para el siglo XXI. Como punto negativo, solo cabe indicar que resulta algo parca en índices, lo que dificulta a los no iniciados una lectura comprensiva. Pero el lado positivo es inmenso, tanto, que tan solo destacaré el estupendo trabajo de Rafael Ibañez investigando y sumergiendose en hemerotecas y archivos particulares en busca de la verdad, para conseguir unas obras más completas que nunca y, eso si, sin censura alguna.
Y aparece en dos modalidades: en edición popular y en tapa dura. Una obra de este estilo, destinada a la consulta y no al reposo en anaqueles merece sin duda ser adquirida en ecidión resitente, con tapa dura. La diferencia económica no es mucha. Esa o, como sugerencia brillante que me dio un muy querido amigo y que yo les obsequio, la opción más interesante pasa por adquirir la edición en rústica y mandarla a encuadernar en cuero rojo y negro.
En todo caso, una obra que no puede faltar en ningun hogar español. Disfutenla, leanla y, sobre todo, meditenla.
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